"Meses antes yo había cantado Cuesta Abajo en una velada de beneficencia, acompañado por las hermanas Echeverri, bogotanas puras, que eran maestras de maestros y alma de cuanta velada de beneficencia y conmemoración patriótica se celebraba en Cataca, y canté con tanto carácter que mi madre no se atrevió a contrariarme cuando le dije que quería aprender el piano en vez de acordeón repudiado por la abuela.
Aquella misma noche me llevó donde las maestras Echeverri para que me enseñaran. Mientras ellas conversaban yo miraba desde el otro extremo de la sala con una devoción de perro sin dueño, calculaba si mis piernas llegaban a los pedales. Fue una visita de bellas esperanzas durante dos horas, pero inútil, pues las maestras nos dijeron que al final el piano estaba fuera de servicio y no sabían hasta cuando. La idea quedó aplazada hasta que regresara el afinador. Pero no se volvió a hablar de ello hasta media vida después, cuando le recordé a mi madre en una charla casual el dolor que sentí por no aprender piano. Ella suspiró - y lo peor - dijo - es que no estaba dañado. Entonces supe que se había puesto de acuerdo con las maestras con el pretexto del piano dañado para evitarme la tortura que ella había padecido durante cinco años de ejercicios bobalicones en el Colegio de la Presentación....."
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ en "VIVIR PARA CONTARLA"
1 comentario:
Como hecho de menos sentarme y escuchar historias de Aracataca, de la Sierra, de porque no le encontraba ninguna gracia a Gabo o dudar de su historia de la matanza de las bananeras....
JOSE NOS HACES TANTA FALTA...¡¡
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